Estimados lectores.
Desde el pasado martes día 16 de julio
y hasta el 31 del mismo mes, permanecerá abierta al público la exposición
monográfica del pintor búlgaro Stefano Popovski (Plovdiv – 1964) muestra con la
que se concluye la primera etapa del curso de exposiciones en el centro cultural
las Aulas de la diputación de Castellón, volviéndose a reanudar en el próximo
mes de septiembre.
Popovski pintor con formación, se
licenció en la Academia de Bellas Artes de V. Tirnovo en el año 1990 y viendo
su exposición, no me extrañaría que obtuviera su título, por ese azar
inexplicable, de dudosa credibilidad y reconocimiento, que con relativa
frecuencia encontramos en los licenciados de hoy en día, donde el alumno pasa
por el conocimiento, pero este último no pasa por el alumno; y que a pesar de
ello, no tienen reparo en exhibir un título que no es ni por asomo, reflejo ni
distinción de un especialista, y sí ostentación de alguien que hace de su “hobby”
una carrera. Carrera y curriculum que en el caso de Stefano Popovski, no
presenta apenas reconocimientos y no es de extrañar, vista la pintura que
realiza. Y es una pena que esto le ocurra a un profesional, pero he visto trabajos
de nobeles aficionados con mucha mejor calidad que lo que aquí nos presenta
este licenciado de la Academia de Bellas Artes de V. Tirnovo.
De todos es conocido mi total desaprobación,
descredito y desacuerdo hacia aquellas personas, que realizando un ejercicio de
inconsciencia, pero también de irreverencia hacia la disciplinas de pintura, escultura
o cualquiera de aquellas que se estudian en las academias de bellas artes, se aprovechan
de la falta de criterio, permisibilidad o sencillamente incultura de los que
juzgan el arte actual, sean profesionales o público en general, logrando
hacerse con un nombre de referencia en círculos “culturales” de ámbito local; personajes
como algunos que ya han sido objeto de crítica en este blog, y que al final gracias
a tanto bombo y platillo injustificado, le sirve como lanzadera para proyectos
más ambiciosos, errada notoriedad o sencillamente para inundar con su “arte”
los más variados rincones de una ciudad. Pero cuando la falta de calidad y
rigor viene de alguien que ha pasado por una escuela de Bellas Artes y además
ostenta un título de licenciado (como es el caso) mi reproche se hace mayor,
pues este crea con su mal trabajo, no solo su descredito personal, que cada
cual es libre de anularlo como mejor le parezca, sino también el descredito de toda
una profesión, dando pie a que los más incapaces (los anteriormente
mencionados) se aprovechen y hagan bandera de sus carencias, haciendo que la
rueda de la mediocridad gire y gire sin parar una y otra vez, y la falta de
calidad en las formas y también en los contenidos del arte actual siga siendo
una constante y justificado motivo de su banalización. Es como si al beber un
vino, de una botella etiquetada por la bodega de Vega Sicilia, nos diéramos cuenta
de que ha sido rellenada con vino de garrafa, pero ante el clamoroso fraude de
nuestra degustación, no decimos nada y lo aceptamos como bueno, otorgando de
esa forma y con nuestra actitud, un valor auténtico y distinguido a cualquier vino
de garrafa que bebamos.
Esta exposición es muy carente de
todos aquellos elementos que hacen posible distinguir a un especialista de alguien
que no lo es. Y para colmo de males, su autor se escuda en una “erudita”
reflexión más propia de novela rosa de entretenimiento, con todos los clichés
que estas poseen, cuando nos dice… "El arte visual no se entiende, sino
que se contempla. Si provoca emociones, impresión y presenta mundos a los que
el espectador desea acceder, su objetivo está
cumplido". Pues bien, otorgar al arte y en particular al arte
visual, tales cualidades, es un claro acto de inconsciencia y romanticismo
barato, que lo único que pretende con ello, es empobrecerlo y vulgarizarlo,
quizás con el ánimo de ser un artista “chachi”, “guay”, cool o cualquier otro
tipo de calificativo/chorrada populista, que solo se preocupa por buscar en los
demás la aprobación ególatra del autor, más que la de su propia obra. En
definitiva, una manera absurda, errónea e injusta de “democratización” del arte,
donde la calidad no es importante o sencillamente no interesa. Decir que si
“…provoca emociones, impresión y presenta mundos a los que el espectador desea
acceder, su objetivo está cumplido",
es ahondar en la superficialidad más pueril del análisis, pues claro que todos
reaccionamos y experimentamos emociones ante las cosas, para ello solo tenemos
que estar vivos, hasta una mierda nos provoca asco, y un mal trabajo de un licenciado
en arte, pena y descrédito, lo importante es saber si eso es lo que se quiere provocar,
si es así como deseamos ser valorados, porque si todo se reduce a una simple
provocación de emociones, entonces esta exposición es todo un éxito de mal
gusto y vergüenza a la profesión.
Me ahorraré un análisis técnico
de la misma, ya que tanto los errores de dibujo, como el empobrecido uso del
cromatismo de los cuadros, el tratamiento descuidado de las pinceladas, e incluso las composiciones, es algo que clama al cielo, por otra parte, quien no
tuvo la capacidad de aprender y distinguirse como profesional después de tantos
años de carrera, no creo que sea capaz de entender una crítica a su trabajo.
Por último decir que hasta el discurso de los temas resultan obsoletos y carentes
de todo interés y no porque sean paisajes o bodegones, hoy en día hay pintores
que cultivan esos géneros y los hacen con mucha más distinción y calidad, incluso
algunos que no son licenciados en arte.
Creo sinceramente que esta
exposición ilustra con claridad aquella frase aristotélica que dice… “La
inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza
de aplicar los conocimientos en la práctica” y por lo que aquí he visto, no hay
ni una cosa, ni otra, sólo un conjunto de cuadros mediocres, carentes de toda personalidad y empaque, que bien pudieron ser pintados por cualquier aficionado, pero que
lamentablemente están hechos por un licenciado de la Academia de Bellas Artes
de V. Tirnovo, el pintor Stefano Popovski.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez